Mi compañero fiel
Hoy, día de mi ciento cuarenta y cuatro cumpleaños, os voy a contar la historia de mis comienzos, cómo llegué a ser la elfa que soy y quién fue mi maestro druida que me acogió como una hija más.
Todo comenzó cuando nací. Mi madre era una elfa guerrera (pero guerrera donde las haya) y mi padre un pobre y difuso elfo bardo. Cuando llegué al mundo no les hizo mucha ilusión, así que me abandonaron en un claro de un bosque (lejano, como diría mi queridísimo master) a la merced de mi suerte.
Hay quien dice que sólo hay dos personas en el mundo: las que nacen con estrella y las que nacen estrelladas. Yo, gracias a mi dios Rílifein Ralazhil, logré sobrevivir mientras mis fuerzas me lo consintieron y hasta que fui hallada por una loba y sus crías, que me acogieron en su camada como una más. Así viví unos cuantos años, de ahí mi gran pasión por los animales, y en especial con los lobos, mis grandes hermanos.
Un día que estaba cazando, me encontré en el medio del bosque con un druida, que me llevó lejos de mi camada y me enseño las artes de la magia y la naturaleza. Como yo no estaba acostumbrada a tratar con otras especies que no fueran lobos, al principio lo pasé bastante mal, no le hacía caso en nada y lo trataba como una zapatilla. Sin embargo Fëanáro Ringëril, mi maestro, con tesón y paciencia (mucha paciencia) logró llevarme por el camino de la sabiduría y la magia de los bosques, mi lugar de origen.
Después de mi educación, me dijo que ya era hora de que viviera mi propio camino y me llevó a una pequeña ciudad. Allí me dejó, en la entrada de la ciudad, con unas cuantas monedas de plata en el bolsillo de mis ropas. Una vez más, me abandonaban en un lugar desconocido para mi.
Alrededor mía se podía observar:
- Hacia el este, el camino por donde habíamos venido, y por donde se alejaba mi mentor.
- Hacia el norte, mi querido bosque, árboles y más arboles se juntaban en él haciendolo cada día más espeso y frondoso.
- Hacia el sur, seguía más y más bosque, la vista no alcanzaba el final.
- Hacia el oeste, la ciudad. Casi a mi lado se encontraba un gran arco de piedra donde estaba grabado un mensaje de bienvenida. "Bienvenidos extranjeros", seguramente no tendrían nadie que les aconsejara cambiar ese saludo tan "caluroso".
Escuché detrás mía un sonido conocido. Miré rápidamente hacia atrás y vi un pequeño lobo que se acercaba a mi. Me miró fijamente a los ojos y me di cuenta de que era uno de mis hermanos. Desde aquel momento supe que me acompañaría allá donde fuera, siempre vigilándome y protegiendome.
Entré en el pueblo y comencé a ver tascas, tabernas y tiendas. En estas últimas vendían toda clase de artilugios de guerra que yo no había visto en mi vida, pero siguiendo los consejos de mi mentor Ringëril, entré en una de ellas (la que mejor pinta tenía) y me compré un arco largo, una lanza corta y flechas. Mi bolsillo se vio bastante decrementado en esos momentos...
Luego me dirigí a una taberna. Me senté en un taburete de la barra y pedí una jarra de hidromiel. A mi alrededor había seres de todo tipo, desde humanos enfrascados en armas de mil y una formas y maneras, hasta enanos con hachas gigantes que yo no había visto en mi vida.
Me acerqué a un curioso grupo de personajes: un enano con una pinta un poco sospechosa, un humano enorme que apenas sabía hablar, un mediano con pintas de ladronzuelo de barrio bajo, y un bárbaro que estaba aprendiendo a hablar en francés (por lo que podía oir). Pronto me acogieron en su grupillo y comenzamos a entablar amistad rápidamente.
Pronto se acercó a nosotros un pequeño ser... pero eso... eso es otra historia.
Os dejo aquí la foto de mi querido Lupin, que siempre me acompaña allá donde vaya.
by Natulcien Isilrá, la que, entre 40.000 personas, malo será que no pille cacho ¬¬
Todo comenzó cuando nací. Mi madre era una elfa guerrera (pero guerrera donde las haya) y mi padre un pobre y difuso elfo bardo. Cuando llegué al mundo no les hizo mucha ilusión, así que me abandonaron en un claro de un bosque (lejano, como diría mi queridísimo master) a la merced de mi suerte.
Hay quien dice que sólo hay dos personas en el mundo: las que nacen con estrella y las que nacen estrelladas. Yo, gracias a mi dios Rílifein Ralazhil, logré sobrevivir mientras mis fuerzas me lo consintieron y hasta que fui hallada por una loba y sus crías, que me acogieron en su camada como una más. Así viví unos cuantos años, de ahí mi gran pasión por los animales, y en especial con los lobos, mis grandes hermanos.
Un día que estaba cazando, me encontré en el medio del bosque con un druida, que me llevó lejos de mi camada y me enseño las artes de la magia y la naturaleza. Como yo no estaba acostumbrada a tratar con otras especies que no fueran lobos, al principio lo pasé bastante mal, no le hacía caso en nada y lo trataba como una zapatilla. Sin embargo Fëanáro Ringëril, mi maestro, con tesón y paciencia (mucha paciencia) logró llevarme por el camino de la sabiduría y la magia de los bosques, mi lugar de origen.
Después de mi educación, me dijo que ya era hora de que viviera mi propio camino y me llevó a una pequeña ciudad. Allí me dejó, en la entrada de la ciudad, con unas cuantas monedas de plata en el bolsillo de mis ropas. Una vez más, me abandonaban en un lugar desconocido para mi.
Alrededor mía se podía observar:
- Hacia el este, el camino por donde habíamos venido, y por donde se alejaba mi mentor.
- Hacia el norte, mi querido bosque, árboles y más arboles se juntaban en él haciendolo cada día más espeso y frondoso.
- Hacia el sur, seguía más y más bosque, la vista no alcanzaba el final.
- Hacia el oeste, la ciudad. Casi a mi lado se encontraba un gran arco de piedra donde estaba grabado un mensaje de bienvenida. "Bienvenidos extranjeros", seguramente no tendrían nadie que les aconsejara cambiar ese saludo tan "caluroso".
Escuché detrás mía un sonido conocido. Miré rápidamente hacia atrás y vi un pequeño lobo que se acercaba a mi. Me miró fijamente a los ojos y me di cuenta de que era uno de mis hermanos. Desde aquel momento supe que me acompañaría allá donde fuera, siempre vigilándome y protegiendome.
Entré en el pueblo y comencé a ver tascas, tabernas y tiendas. En estas últimas vendían toda clase de artilugios de guerra que yo no había visto en mi vida, pero siguiendo los consejos de mi mentor Ringëril, entré en una de ellas (la que mejor pinta tenía) y me compré un arco largo, una lanza corta y flechas. Mi bolsillo se vio bastante decrementado en esos momentos...
Luego me dirigí a una taberna. Me senté en un taburete de la barra y pedí una jarra de hidromiel. A mi alrededor había seres de todo tipo, desde humanos enfrascados en armas de mil y una formas y maneras, hasta enanos con hachas gigantes que yo no había visto en mi vida.
Me acerqué a un curioso grupo de personajes: un enano con una pinta un poco sospechosa, un humano enorme que apenas sabía hablar, un mediano con pintas de ladronzuelo de barrio bajo, y un bárbaro que estaba aprendiendo a hablar en francés (por lo que podía oir). Pronto me acogieron en su grupillo y comenzamos a entablar amistad rápidamente.
Pronto se acercó a nosotros un pequeño ser... pero eso... eso es otra historia.
Os dejo aquí la foto de mi querido Lupin, que siempre me acompaña allá donde vaya.
adopt your own virtual pet! |
by Natulcien Isilrá, la que, entre 40.000 personas, malo será que no pille cacho ¬¬
5 Comments:
No te voy a dar experiencia por adopar una mascota virtual, que lo sepas.
Pero por la historia alomejor si, quien sabe, quizas en un bosque muy lejano...
Aprende a escribir cona de cona xD
No era pa que me dieras experiencia ¬¬ pero lo encontré por ahí desamparado en internet y lo tenía que adoptar, es que es de un majo... :P
Hace meses que dijimos todos de escribir nuestros comienzos, y que mejor día que ayer pa escribir los míos!!
(Ya sé escribir, no me ves???) xD
lo de escribir era por el magnanimo y poderoso a la vez que estilizado y melenudo master
Que te pasa a ti pedazo de cacho de trozo de borrego mutante??
Como vaya ahi te hundo el barco.
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